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¿Qué perro ayudó en la guerra?

Alicia Pereira
Alicia Pereira
2025-07-11 13:20:57
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Uno de ellos fue el sargento Stubby, un perro condecorado por sus acciones durante la Primera Guerra Mundial, quien protegió a su brigada de ataques de gas mostaza y espionaje alemán. Fue en 1917 cuando el soldado estadounidense J. Robert Conroy entrenaba para la guerra en los campos de la Universidad de Yale cuando encontró un cachorro de cola corta al que decidió adoptar y nombró Stubby. Se trató de un perro de raza Boston bull terrier, que en un comienzo paseaba por los jardines del campus en Connecticut mientras los integrantes del Regimiento 102 de Infantería de la 26 División Yankee se entrenaban para ir al frente. Stubby ya había aprendido a distinguir los toques de corneta, además de que sabía hacer algunos ejercicios y hasta saludaba a los soldados al poner su pata derecha sobre su cabeza. Una vez recuperado, Stubby regresó al frente y, al parecer, su primera herida en batalla le dio ciertas habilidades: se hizo más sensible al menor indicio de gas, un don que resultó crucial cuando las armas químicas entraron en juego. También, la mascota del Regimiento 102 tenía la habilidad de localizar a los heridos entre las trincheras, guiándolos hacia los paramédicos o incluso ayudando a encontrar a los soldados perdidos. El soldado Stubby puso a prueba su habilidad para distinguir idiomas, puesto que logró atrapar a un espía alemán que estaba escondido.
Carolina Armendáriz
Carolina Armendáriz
2025-07-11 12:49:55
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Smoky parecía casi demasiado pequeña para ser tomada en serio, pesaba solo dos kilos, medía solo 18 centímetros de alto, con una cabeza del tamaño de una pelota de béisbol. Wynne había observado el poderoso efecto que el perro tenía en los soldados que lo rodeaban, cómo Smoky mejoraba el estado de ánimo, no solo con su presencia sino también con su personalidad. Se rieron mientras perseguía a las coloridas mariposa alas de pájaro de la reina Alexandra que, con una envergadura de 35 centímetros, eran mucho más grandes que ella. Y, por supuesto, les encantaron los trucos que Wynne le había enseñado principalmente para aliviar el tedio. Smoky no fue el único perro que ayudó en la recuperación de los veteranos heridos después de la Segunda Guerra Mundial. En un hogar de convalecencia de la Fuerza Aérea en Pawling, Estado Unidos, el personal médico fue testigo del notable efecto que un perro tuvo en un paciente reacio, cambiando por completo su estado mental. Después de eso, trajeron más perros al hospital y finalmente construyeron una perrera en los terrenos para albergarlos a todos. La tendencia se puso de moda, y de la misma manera que los propietarios patrióticos ofrecían a sus perros como voluntarios para servir con las fuerzas estadounidenses que luchaban en el extranjero, trajeron a sus mascotas para que sirvieran como perros de hospital y así ayudar a los soldados heridos a medida que se recuperaban de sus heridas. En 1947, los civiles habían donado alrededor de 700 perros. En muchos sentidos, estos perros fueron los primeros perros de terapia, cuyas habilidades curativas no solo fueron reconocidas sino también aprovechadas con gran efecto. Después de que acabara la guerra, Wynne y Smoky continuaron recorriendo los hospitales, aportando su granito de arena a la recuperación de los soldados en casa. Smoky se retiró en 1955 y murió mientras dormía dos años más tarde, en 1957, a la edad de 14 años. Como Bill Wynne lo recuerda, para los soldados heridos, Smoky era una distracción completa, algo que los alejaba de sus dolencias, algo que podían esperar con feliz anticipación. En su mente, su capacidad para marcar la diferencia era bastante sencilla: Ella era solo un instrumento de amor.