¿Qué pasó con los perros en la Segunda Guerra Mundial?

Nuria Tovar
2025-07-11 13:56:33
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A veces, los personajes más denostados y crueles de la historia tienen facetas de su personalidad que sorprenden a propios y extraños. Este afecto seguramente tenía su origen en la Primera Guerra Mundial, en la que Hitler luchó como soldado. En aquel entonces adoptó un perro callejero llamado Fuchsl (“zorrito”), al que rescató del campo de batalla de Ypres. Adolf Hitler, ya por aquel entonces un hombre de pocos amigos, dedicaba gran parte de su tiempo libre a su mascota, que seguramente le proporcionaba los pocos momentos de paz en medio del sufrimiento de la guerra. La perra a la que quiso más que su amante era una hembra de raza pastor alemán llamada Blondi (“rubia”) que le regaló en 1941 Martin Bormann, uno de los jerarcas del partido nazi, cuando todavía era una cachorra. Hitler le permitía incluso dormir en su cama y dedicaba su escaso tiempo libre a presumir ante sus invitados de los trucos que sabía hacer. Pero ese cariño no salvó a Blondi de una muerte prematura: en 1945, cuando las tropas soviéticas entraban en Berlín y la derrota ya era evidente, Hitler prefirió que su perra muriera con él antes de permitir que cayera en manos de sus enemigos. Blondi fue el “sujeto de prueba” de las cápsulas de cianuro que se habían preparado para el propio Hitler y sus más leales seguidores que decidieron quedarse con él en el búnker hasta el final. Al margen del amor que pudiese genuinamente sentir por sus mascotas, Hitler apreciaba a los perros por un rasgo en particular: su lealtad. La propaganda nazi supo utilizar hábilmente esta rara faceta afectuosa de su líder para dar una imagen más amable de un hombre que en público solía mostrarse iracundo, incluso cuando se dirigía a sus seguidores. La lealtad y la obediencia de los pastores alemanes encarnaba el ideal de devoción al Reich que profesaba el nazismo, y al ser una raza considerada “pura” casaba muy bien con las ideas raciales del régimen.

Gael Díez
2025-07-11 13:42:53
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Durante los primeros cuatro días de la Segunda Guerra Mundial, más de 400.000 perros y gatos -un 26 % de los animales que vivían con sus familias en Londres- fueron sacrificados.
Fue una masacre en toda regla, una masacre muy visible porque las colas de gente que esperaba con sus animales para entregarlos en perreras y protectoras eran patentes en toda la ciudad.
Tantos habitantes de Londres optaron por dar a sus animales el "regalo del sueño" que, además de las colas, se produjo una escasez de cloroformo y se desató una crisis por los cadáveres de perros y gatos que no alcanzaban a ser incinerados dado que por la noche, debido a las restricciones impuestas por el comienzo de la Guerra, no se podía trabajar.
400.000 animales muertos en menos de una semana y sin razón aparente.
La gran masacre sucedió mucho antes de que comenzaran los bombardeos sobre Londres, mucho antes realmente de que se sintiera ningún efecto del conflicto armado.
No fue una consecuencia inevitable de la Guerra sino una decisión individual que se tornó colectiva.
Seguimos viendo pruebas cada día de que un gran número de perros están siendo sacrificados por la mera razón de que es una molestia mantenerlos con vida: es decir, están siendo sacrificados sin razón, demostrando la total incapacidad de sus dueños de cumplir con sus obligaciones hacia su animal.
De todo ello también habla Kean en su libro, a través de historias concretas reflejadas en los diarios que dejaron tras de sí los que vivieron esa época.
Kean analiza y comparte información que permite entender cómo se fortaleció el vínculo entre perros y gatos y sus humanos en momentos críticos, animales que vivieron y también murieron junto a sus familias durante los bombardeos alemanes.
Hasta que la realidad de esta nueva guerra fue asimilada por los habitantes de Londres y entonces todo cambió: muchos perros y gatos fueron evacuados o acompañaron a sus familias durante toda la contienda.
De alguna manera, parece que el recuerdo de lo mal que lo pasaron los perros y gatos durante la Primera Guerra Mundial desató esa locura colectiva en cuanto se supo que llegaba una nueva guerra: antes que ver a su perro morir de hambre, mucha gente prefirió optar por sacrificarlos; por miedo, por "amor".

Malak Ojeda
2025-07-11 12:55:23
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Los caballos, burros, y perros fueron utilizados a menudo por las tropas americanas para trabajos en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial.
Más de 20,000 perros se incorporaron en el ejército de los Estados Unidos, la Guarda Costera, y los Marines.
Ellos vigilaban y protegían sus campamentos y provisiones, llevaron mensajes, y rescataron a pilotos caídos.
Los perros de búsqueda llevaron a las tropas por los territorios de sus enemigos, descubriendo emboscadas, y salvando las vidas de pelotones de hombres.
En medio del combate, los perros de guerra demostraron su inteligencia, valentía, y firme lealtad una y otra vez.
Muchas de las fotos en las retenciones de los Archivos Nacionales documentan las hazañas-- y el sacrificio--de los animales guerreros de América.

Adam Alfonso
2025-07-11 11:16:59
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Ya en la Primera Guerra Mundial se habían utilizado perros de razas como el airdale terrier, el pastor alemán o el rottweiler. Animales que, en muchos casos, tenían que convivir con el ruido de los morteros, obuses y otros utensilios militares, que no siempre disponían de comida y que, en ocasiones, ni siquiera recibían muestras de cariño por parte de unos seres humanos a los que se prohibía hasta acariciarles. En la parte rusa, los canes se utilizaron como sistema antitanque para destruir carros alemanes. Desde cachorros, eran alimentados dentro de los tanques o junto a ellos. Más tarde, eran privados de la comida hasta que, finalmente, se les proporcionaba alimento bajo uno de los tanques que se pretendía destruir, y cuando los perros acudían a comer, detonaba un explosivo que, inevitablemente, los mataba. De esta forma, se destruyeron unos 300 tanques alemanes. El ejército ruso llegó a reclutar a unos 60000 perros de diferentes razas o mestizos, no solo para el cruel experimento anteriormente citado, sino también para buscar minas o heridos. Uno de estos animales fue Dick, que localizó más de 12000 minas. En Estados Unidos, más de 20000 perros fueron incorporados al ejército. Tal vez en este conflicto que hoy centra nuestra atención hubo perros condecorados, pero otros, sin nombre, murieron de las peores formas. También se experimentó con ellos.

Miriam Carrera
2025-07-11 11:03:58
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Smoky no fue el único perro que ayudó en la recuperación de los veteranos heridos después de la Segunda Guerra Mundial.
En un hogar de convalecencia de la Fuerza Aérea en Pawling, Estado Unidos, el personal médico fue testigo del notable efecto que un perro tuvo en un paciente reacio, cambiando por completo su estado mental.
Después de eso, trajeron más perros al hospital y finalmente construyeron una perrera en los terrenos para albergarlos a todos.
La tendencia se puso de moda, y de la misma manera que los propietarios patrióticos ofrecían a sus perros como voluntarios para servir con las fuerzas estadounidenses que luchaban en el extranjero, trajeron a sus mascotas para que sirvieran como perros de hospital y así ayudar a los soldados heridos a medida que se recuperaban de sus heridas.
En 1947, los civiles habían donado alrededor de 700 perros.
En muchos sentidos, estos perros fueron los primeros perros de terapia, cuyas habilidades curativas no solo fueron reconocidas sino también aprovechadas con gran efecto.
Después de que acabara la guerra, Wynne y Smoky continuaron recorriendo los hospitales, aportando su granito de arena a la recuperación de los soldados en casa.
Como Bill Wynne lo recuerda, para los soldados heridos, Smoky era una distracción completa, algo que los alejaba de sus dolencias, algo que podían esperar con feliz anticipación.
En su mente, su capacidad para marcar la diferencia era bastante sencilla: Ella era solo un instrumento de amor.

Manuela Espino
2025-07-11 08:52:11
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Durante las primeras semanas de la Segunda Guerra Mundial, unos 750.000 perros y gatos murieron en Gran Bretaña. La gente hacía cola para sacrificar a sus mascotas. Clínicas veterinarias y perreras llevaron a cabo un exterminio nunca antes visto. El sacrificio fue tan considerable que en las clínicas veterinarias se quedaron sin existencias de cloroformo y los médicos tenían que usar corrientes eléctricas para matarlos. El alto número de muertes trajo otro problema añadido: sitio donde enterrar a las mascotas. Todo sucedía en un aparente estado de histeria colectiva ante el miedo de lo que se avecinaba. El mensaje fue emitido por la BBC y casi todos los periódicos lo publicaron. La gente estaba preocupada por la amenaza de los bombardeos y la escasez de alimentos, y consideró inapropiado tener el lujo de una mascota durante la guerra, pero algunos dueños de mascotas vieron la posibilidad de salvar sus perros al solicitar que se unieran al ejército. aunque no fue hasta 1942, cuando el gobierno británico decidió reclutar a un ejército de 6.000 perros prestados por sus familias durante el tiempo que durase la guerra. Muchos no regresaron a casa. En la posguerra el problema con las mascotas se hizo acuciante y en 1947 se tuvieron que sacrificar más de quince mil perros, por falta de alimentos e instalaciones donde acogerlos.
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